jueves, 10 de noviembre de 2011

Heroida I versos 47-78

 No hemos tenido tiempo de leer a Ovidio. Son muy curiosos sus consejos sobre cómo deben los hombres conquistar a una mujer (Ars Amandi). 
Penélope. Bougerau
  Para que leáis algo de él, rescato del "fondo" del blog esta entrada. El texto es un fragmento de una de las cartas; le escribe Penélope a Ulises.

¿Pero de qué me vale a mí que tus brazos hayan dispersado los despojos de Ilión, que en lugar de un muro sólo quede tierra, si continúo viuda al igual que cuando Troya se cernía contra ti, si mi  marido sigue faltando, lejos de mi? Pérgamo ha sido destruida para los demás; sólo para mí se conserva; y, sin embargo, el vencedor vive allí y labra con los bueyes conquistados. Ya la cosecha se yergue en los campos donde existió Troya, y la tierra abonada con la sangre frigia llama, lujuriosa, al segador; los corvos arados chocan con los huesos mal sepultados de los héroes, y la hierba oculta la ruina de las casas.
Vencedor, tú continúas ausente, y no puedo adivinar qué te retiene o en qué lugar del mundo te ocultas, corazón de hierro. Si algún marino lleva a nuestras playas, su extranjera nave no parte sin recibir antes el acoso de mis preguntas acerca de tu suerte, y sin llevarse para ti, por si alguna vez te encuentra, una hoja escrita por mi mano. Hemos enviado embajadas a Pilos, donde reina el anciano Néstor, hijo de Neleo: rumores inciertos han llegado a nosotros de Pilos. Hemos enviado también a Esparta: Esparta ignora también lo acaecido.
 ¿Qué tierras habitas? ¿Dónde te demoras? Más valdría que se alzaran aún las murallas construidas por Febo - ¡Ay!, ¡hilvano inconsecuente mis propios deseos!-. Sabría dónde combates y sólo habría de temer la guerra, y mi queja sería común a muchas otras. No sé qué temer, mas lo temo todo en mi frenesí; y un campo infinito se abre a mis inquietudes: todos los peligros del mar y todos los de la tierra sospecho que son la causa de  un tan largo retraso. Y tal vez mientras yo, ignorante, los lamento -¡conocidos son vuestros caprichos!- permaneces bajo el hechizo de amores exóticos, tal vez incluso cuentas cuán rústica es tu mujer, que sólo sabe ablandar la lana de los corderos.