martes, 30 de abril de 2013

A Brasileira

  Copio un fragmento de un artículo escrito por Manuel Vicent

Durante años el poeta Fernando Pessoa, hecho un dandi ya un poco descalabrado, con sombrero, pajarita, lentes ovaladas sin montura y bigotito, con los bolsillos del gabán llenos de versos rayados en papeles de estraza, después del trabajo de escribiente en unas oficinas comerciales de la Baixa de Lisboa daba con sus huesos en el café A Brasileira, situado en el Chiado, donde solía verse con otros escritores y periodistas bohemios. Antes de irse a dormir bebía con ellos hasta la madrugada. Hablaban de proyectos literarios nunca realizados, fundar una revista, mandar un relato a un editor, blasfemar por la mala suerte, comentar el suicidio de algún colega, esperar un milagro. Este viaje al café era su regreso perenne a Ítaca.
Era el lugar de encuentro del poeta Fernando Pessoa con otros escritores y periodistas bohemios.
En sus diarios, Pessoa anota esta recalada de cada noche en A Brasileira como una salvación, si bien aquella espiral de humo no era más que una rueda tentada. Los camareros conocían las preferencias del hígado de este cliente. Nada de whisky o de cerveza. Simplemente absenta, el aguardiente duro que llega más directo al alma de los poetas para calentar sus sueños. Hoy el poeta Pessoa convertido en bronce está sentado a la puerta del café A Brasileira a merced de las palomas y de los turistas que se le abrazan para hacerse una foto.

                                                                                               MANUEL VICENT 25/07/2010
                                                                                                                         El País