martes, 15 de diciembre de 2009

El caballero medieval


Los caballeros medievales eran guerreros, a caballo, que servían a un rey o a un señor feudal. Surgían de las filas de la nobleza. Por definición, todos los nobles eran caballeros, aunque en gran parte se trataba de segundones, es decir, carecían de tierras y títulos.

Recibían instrucción militar desde niños, en la corte de algún noble feudal; su herencia consisía en un caballo, algunas armas y, a veces, un criado que servía para todo, incluso como escudero en los encuentros armados.

Sus primeras lecciones, nada más llegar al castillo, tenían que ver con su comportamiento con las damas , que le encargaban algunas tareas; debía ser con ellas amable y cortés.Por supuesto comenzaba pronto a ejercitarse en el manejo de las armas y el arte ecuestre; tenía que aprender pelear y lo hacía con simulación de las justas a lomos de caballos de madera con ruedas y enfrentándose a los estafermos (monigotes giratorios con brazos).

Cuando estaba en la edad de poder asistir a los primeros torneos, dejaba de ser paje y se convertía en escudero que ayudaba a algún caballero del feudo.La ceremonia de investidura solía hacerse en torno a los veine años; el aspirante a caballero velaba las armas durante toda la noche anterior, al amanecer lo vestían de blanco bajo una túnica roja y el señor feudal le nombraba caballero con un espaldarazo en el hombro.

Los caballeros permanecían vinculados a familias señoriales, que los sostenían económicamente; pero otras veces ofrecían su espada a quienes la necesitaran, combatiendo como mercenarios.

Ésto era habitual en épocas de paz, cuando el caballero no tenía ocasión de ejercer su profesión y, por tanto, engrosar su fortuna; entonces buscaban guerras menores en las que hallar soldada y opciones al botín tras la victoria. Distinguirse en la lucha podía significar para estos segundones la oportunidad de atraer la atención de algún señor, con hijas casaderas, que tratase de adquirir sus servicios permanentemente: ellos traía consigo boda, dote y ascenso social.


Pero no sólo de las batallas vive el caballero medieval. Continuidad, quizá, de la tradición romana de los combates de gladiadores fueron los juegos de armas, llamados justas, torneos, alardes... Enseguida significaron más que un simple espectáculo: servían para vincular a los caballeros con la sociedad que los mantenía y que se sentía representada por aquellos, tanto en la guerra como en estos concursos. Por otro lado, también venían bien para mantener el adiestramiento militar en épocas de paz y, en fin, para conseguir fama y dinero.


El caballero debía tener soltura en el manejo del caballo, que reviste dificultad en cualquier circunstancia, se convierte en algo sumamente complejo si se emplea como montura de guerra, protegido de cueros y mallas de acero. A menudo sólo se podía gobernar con espuelas y rodillas, porque al tiempo que cabalga, el caballero debe manejar la lanza, la espada, el hacha o la maza y, a la vez, defenderse con un escudo.


El oficio se comenzaba a aprender en la niñez y se practicaba duramente toda la vida: en los campos de batalla; en los torneos, con ocasiones de fiesta y desafíos; en las cacerías, en las que los caballos empleaban ballestas, lanzas o venablos para abatir aves o bestias salvajes; y en los patios de armas de las fortalezas, los restantes días del año.




Julián y Adrián