sábado, 3 de noviembre de 2012

Ovidio: Ars Amandi


 


El Ars Amandi es poesía didáctica: un tratado sobre el amor, un manual de seducción que escandalizó a la sociedad más puritana de Roma y que fue el pretexto oficial para que el emperador Augusto desterrara a Ovidio a una lejana ciudad llamada Tomis, en las riberas del Mar Muerto, donde murió.

 A continuación copio fragmentos del primero de los dos libros del Ars Amandi que está dedicado a los hombres, a quienes el experto Ovidio da consejos para conquistar a las mujeres.

Fijaos en cómo compara la conquista con una guerra o una cacería; los mejores sitios para "ligar" eran (según Ovidio) el teatro y el circo. Si siguierais leyendo,descubriríais que el autor cree que a las mujeres se las seduce adulándolas y haciéndoles muchos regalos. Esos mismos consejos se los dará Don Amor al Arcipreste en el Libro de Buen Amor.

"Si alguien entre la gente no conoce el arte de amar, que lea esta obra y, al concluir el poema, que ame, instruido entonces. Con el arte las barcas navegan veloces a remo y a vela; con el arte, corren ligeros los carros; también con el arte debe regirse el Amor.

Primero procura buscarte aquello que quieres amar, soldado tú que ahora de nuevas te adentras en insólita guerra. La siguiente tarea es conquistar a una muchacha que te guste.La tercera es que dure el amor largo tiempo.

Mientras sea posible y puedas andar sin atadura alguna por donde te plazca, elige a una que digas: "Sólo tú me gustas". Ella no te vendrá volando a través del aire ligero: tienes que buscar con los ojos una joven adecuada. Sabe bien el cazador dónde tender a los ciervos las redes, sabe bien por qué valle merodea el rechinante jabalí; el pajarero conoce los arbustos; el que sostiene la caña conoce  en qué aguas nada un abundante pescado. También tú, que anhelas dar principio a un largo amor, aprende antes en qué sitio hay mayor abundancia de mujeres.

Pero tu caza está sobre todo en los curvos teatros: estos lugares son los más fructíferos para tus deseos. Allí encontrarás algo para amar, algo para tocar una sola vez y algo que quieras tener para siempre...Porque ellas vienen para contemplar, pero vienen también para que las vean a ellas; aquel lugar conlleva el quebranto del casto pudor.

Que tampoco se te pase por alto la carrera de caballos: el circo lleno de gente encierra muchos placeres.Siéntate cerca de tu dueña sin que nadie te lo impida. Arrima tu costado todo lo que puedas. También es una ventaja que, aunque no quieras, la fila obliga a arrimarse, y rozar a la muchacha por imposición del lugar.
En ese momento, búscate la excusa de una amistosa charla y que sean expresiones comunes y sencillas  las que muevan tus primeras palabras.

Mientras tanto, si ella se pasea recostada en su litera, acércate con disimulo al diván de tu amada... si con pies ociosos pisa ella  un pórtico abierto, también tú únete al paseo y haz unas veces por ir delante y otras síguela por detrás; acelera unas veces el paso, y otras, camina con lentitud...Pierde el tiempo a voluntad de tu dueña.

Pero no tengas a bien rizarte el cabello, ni depiles tus piernas con áspera piedra pómez. A los hombres les va bien una belleza descuidada; a la hija de Minos Teseo se la llevó sin que hubiera adornado sus sienes con horquilla alguna; a Hipólito lo amó Fedra aunque él no iba acicalado; Adonis, acostumbrado a los bosques, causó la desazón de una diosa. Los hombres han de agradar por la limpieza, pero deben curtirse en el Campo de Marte; tenga buen corte su toga, y no esté manchada. Que tu lengua no esté sucia, ni tus dientes tengan sarro; y  no se pierda tu pie nadando en una sandalia floja. Que sean la cabellera y la barba cortadas por una mano diestra; que las uñas tampoco sobresalgan nada y estén sin mugre.Que no haya pelo alguno en los orificios de tu nariz ni un aliento maloliente salga de tu boca.

Ahora es el momento de apoderarse furtivamente de su corazón con lisonjas; igual que una ribera saliente es socavada por el agua que corre. No te dé coraje alabar su rostro y sus cabellos, sus redondeados dedos y su diminuto pie. Incluso a las más castas les agrada que se airee su hermosura.