Orfeo tenía el don de la música y se casó con Eurídice, una ninfa. Un día, Ariceo estaba persiguiendo a Eurídice para poseerla y ella pisó una serpiente la cual la mató. Orfeo estaba tan desconsolado y su música era tan triste que los dioses lo convencieron para que fuera al inframundo a buscar a su amada. Allí, su música conmovió a Hades y a su mujer que estos decidieron dejar que Euridíce se vaya con él. Solo pusieron una condición, durante todo el camino de regreso Orfeo no podría girarse para ver si Eurídice le seguía, pues tenía que confiar en la promesa del dios. Ya casi en la superficie Orfeo no pudo resistir y la miró, justo en ese momento ella se desvaneció.
Al mirar hacia atrás, la sombra pálida de Eurídice regresa a la muerte.
Orfeo, desde aquí, en donde estoy tan sola,
en un lugar mucho más allá del infinito,
pienso en ti y me parece que puedes oírme.
Deseo, y te suplico, con todas mis fuerzas,
que tu alma no se muera como he muerto yo,
que no se prolongue el llanto sin esperanza.
Amor, tanto tú como yo hemos aprendido
que mi destino puede más que nuestro amor.
Recuerda que el dolor se encoge con el tiempo
quedando solo la dulzura del pasado.
Cada vez que vuelvas a pensar en mi nombre
florecerá una blanca rosa en tu alma.
Si después de tanto, y tantas primaveras,
si aún entonces, mi cruel ausencia te duele
y se desdibuja tu sonrisa del rostro,
a pesar de que yo sufra por ti más que nunca,
tú solo piensa que mi herida ya se ha cerrado
para que mi indiferencia mate tu dolor.