lunes, 10 de octubre de 2011

Robert y Elizabeth Browning. Vanessa Fornís.

 
                 Robert y Elizabeth Browning

Elizabeth y Robert Browning
    Robert Browning creció en un ambiente de amplios recursos literarios, gracias a la afición de su padre a coleccionar libros, y al estímulo que éste le ofreció en su interés por el arte y la literatura. Fue un precoz estudiante y a la edad de catorce años, ya hablaba con fluidez francés, griego, italiano y latín, así como su lengua materna, el inglés. A los dieciséis asistió al University College de Londres.

    Al igual que Robert, Elizabeth demostró su talento desde la infancia; con solo 14 años, su padre publicó privadamente cincuenta copias de un poema épico juvenil, sobre la Batalla de Maratón. Fue educada en casa, y debe su profundo conocimiento del griego y mucho estímulo mental a su amistad con el helenista ciego, Hugh Stuart Boyd, vecino suyo. En cambio, en su adolescencia, contrajo una enfermedad pulmonar, probablemente tuberculosis (la naturaleza exacta de sus dolencias ha sido objeto de muchas especulaciones) y fue tratada como una inválida por sus padres. La muerte de su hermano Edward, ahogado en Torquay, supuso un serio golpe para su frágil salud, hasta llegar a debatirse entre la vida y la muerte. Con el tiempo recuperó la fuerza, y mientras tanto su fama iba creciendo.

    El amor entre ellos brotó de muchas cartas y confidencias, de consejos literarios y de tertulias escritas, que empezaron a partir de la publicación de las primeras poesías de Elizabeth, por las cuales Robert le escribió para felicitarle.  Él era mucho mayor que ella, pero ella estaba en casa confinada, su salud la había llevado a un punto de ser prácticamente inválida, sin salir jamás de casa, y los días parecían acercarla a su final, más que a un matrimonio. En 1845 se encuentra por primera vez a su futuro esposo, Robert Browning. Su noviazgo y matrimonio, debido a la delicada salud de Elizabeth y a las objeciones de su padre, transcurrieron en circunstancias bastante peculiares y románticas. Aún así,   se fugaron y se casaron en secreto, contra el deseo del Señor Barret, quién desheredó a su hija, la cual acompañó a su marido a Florencia, donde ella escribió Las ventanas de la casa Guidi, considerada por muchos su trabajo más poderoso. En su nueva vida, la salud de Elizabeth mejoró. Robert dedicó alguno de sus poemas a su adorada Inglaterra (aunque tambien compuso sobre Florencia).

Evocación de casa, desde lejos

¡Ah, estar en Inglaterra
Ahora que allí es abril:
Quienquiera que despierta en Inglaterra
Ve una mañana, sin saberlo,
Que en las ramas más bajas y el fajo de maleza
Junto a los troncos de olmo ya salen hojas nuevas,
Mientras canta el pinzón en la rama del huerto
En Inglaterra, ahora!
Y tras abril, cuando entra el mes de mayo


    Tres años después de la boda, con 43 años, Elizabeth da a luz a su primer y único hijo,  Robert Wiedeman Barrett. El matrimonio fue feliz, a pesar de que el señor Barrett nunca les perdonó. Para Elizabeth, Robert era el amor de su vida, al que amó entrañablemente hasta su muerte y al que siempre definió como “su mejor amigo”. Ese amor lo expresó de la manera que mejor sabía, con poesía:


¿De qué modo te quiero?

XLIII.
¿De qué modo te quiero? Pues te quiero
hasta el abismo y la región más alta
a que puedo llegar cuando persigo
los límites del Ser y el Ideal.
Te quiero en el vivir más cotidiano,
con el sol y a la luz de una candela.
Con libertad, como se aspira al Bien;
con la inocencia del que ansía gloria.
Te quiero con la fiebre que antes puse
en mi dolor y con mi fe de niña,
con el amor que yo creí perder
al perder a mis santos... Con las lágrimas
y el sonreír de mi vida... Y si Dios quiere,
te querré mucho más tras de la muerte

    La obra más conocida de Elizabeth en España son The Sonnets from the Portuguese, normalmente traducidos como Sonetos del portugués,  De tema amoroso, relata su propia historia de amor, disfrazándola escasamente con el título. Los empezó a escribir en 1845, se los dio a leer a su esposo en 1848 y los publicó en 1850, dentro de una edición aumentada de los Poemas.

    Una de las mayores aportaciones de Robert a la literatura universal fue el monólogo dramático. En él, el poeta asume la personalidad de un personaje histórico o de la ficción ya desaparecido con el cual se identifica y le da voz en primera persona, confundiéndose con él.

    Tras 15 años de matrimonio, y una feliz vida juntos, la salud de Elizabeth empeoró, fue perdiendo fuerza y murió el 29 de junio de 1861.Robert le dedicó a su mujer poemas como este: 

El último paseo a caballo juntos

I.
Dije: "Entonces, amor mío, ya que es así,
ya que sé al fin cuál es mi destino,
ya que de nada sirve mi amor,
ya que mi vida ha fracasado en todo,
ya que se ha de cumplir lo que está escrito,
¡todo mi corazón se dispone a bendecir
tu nombre con gratitud y orgullo!
Toma la esperanza que me diste:
tan sólo pido que el recuerdo quede
y también, si no me lo reprochas,
tu consentimiento para dar juntos un último paseo.

II.
Inclino la frente mi señora;
esos ojos negros por donde asoma el orgullo
cuando quisiera por ellos la piedad hablar,
congelaron mi aliento por instantes
con la vida o la muerte en la balanza: ¡Acepto!
Volvió la sangre a circular de nuevo;
al menos no era en vano mi último deseo:
estaremos juntos yo y mi señora,
suspiro y paseo, uno junto al otro,
y así un día más conoceré la gloria.
¿Quién sabe? Puede el mundo acabar esta noche.

    Según algunas crónicas, Robert se implicó románticamente con Lady Ashburton, en la década de 1870, pero no se casó de nuevo. En 1878, regresó a Italia por primera vez desde la muerte de su esposa y volvió en varias ocasiones. Murió en Venecia en diciembre de 1889.

 Suele suceder raramente, pero sucede, que la vida reuna a dos personas sensibles y talentosas y se conviertan la una en la otra en fuente de inspiración, apoyo, y amor, y así ha sido la historia de amor de dos de los más grandes poetas en habla inglesa, cuyas poesías sin duda alguna al leer a uno nos hace pensar en el otro.

Su amor dió al mundo las poesías más maravillosas y el mundo asistió al espectáculo maravilloso de un amor que se convertía en rimas que siguen siendo valederas para el amor hasta hoy. Bien podría decirse  que era “una pareja atada en el cielo”. Y, como bien dijo el propio Robert Browning, "Sin Amor nuestra Tierra es una tumba".

Sin duda alguna, mi poema favorito, y que mejor resume su historia  amor es este de Elizabeth:

¿Es verdad que de estar muerta...?

XXIII.
¿Es verdad que de estar muerta sintieras
menos vida en ti mismo sin la mía?
¿Que no brillara el sol lo mismo que antes
sabiéndome en la noche del sepulcro?
¡Qué estupor, amor mío, cuando vi
en tu carta todo eso! Yo soy tuya...
Pero... ¿tanto te importo? ¿Cómo puedo
servirte vino con mi mano trémula?
Renunciaré a los sueños de la muerte
volviendo a las miserias del vivir.
¡Ámame, amor, tu soplo resucita!
Otras cambiaron por amor su rango,
y yo por ti el sepulcro, la dulzura
celestial por la tierra aquí contigo.


Bibliografía: